Unos pequeños con gran corazón.
Los ratones suplicaron por su vida
rogando que no se los coma. Ante tantas súplicas, el tigre accedió diciendo:
“Bueno, bueno, como acabo de cenar hace poco, los dejaré libres pero si me
molestan de nuevo, no dudaré en convertirlos en mi desayuno”.
Los ratones respondieron: “Gracias
señor tigre, le prometemos que no se arrepentirá y que le devolveremos el favor
algún día”.
El tigre se fue riéndose y pensando:
“¿Cómo es que siendo tan pequeños me podrán ayudar algún día?”
A la mañana siguiente, los ratones jugaban
como siempre alocados con las frutas del bosque y con su hula-hula pero con más
cuidado para no molestar al tigre. De pronto escucharon unos gritos que les
llamó la atención. Fueron todos a ver qué sucedía y vieron al tigre que colgaba
de unas redes; había caído en una trampa.
Los ratones empezaron a morder la red
hasta que se rompió y por fin salvaron al tigre. Esta noble acción dejó
meditando al tigre gruñón ya que él pensó que los ratones lo dejarían
allí para que no vuelva a ser un peligro para ellos. Desde
entonces fue un gran amigo de los ratones y entre todos ahora se
cuidan para que nadie les haga daño.
No debemos menospreciar a los demás como hizo el tigre con los ratones. Todos somos importantes y debemos respetarnos.
Tampoco seamos desagradecidos. Seamos
como los ratones del cuento.
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